5 poemas de Bertolt Brecht

Traducción de Gerardo Piña (publicados con permiso de la editorial Suhrkamp)

I

Alljährlich im September, wenn die Schulzeit beginnt

Stehen in den Vorstädten die Weiber in den Papiergeschäften

Und kaufen die Schulbücher und Schreibhefte für ihre Kinder.

Verzweifelt fischen sie ihre letzten Pfennige

Aus den abgegriffenen Beutelchen, jammernd

Daβ das Wissen so teuer ist. Dabei ahnen sie nicht

Wie schlecht das Wissen ist, das für ihre

Kinder bestimmt wird.

Todos los años, en septiembre, cuando el ciclo escolar empieza,

las mujeres de los arrabales van a las papelerías

y compran los libros de texto y los cuadernos para sus hijos.

Desesperadas pescan sus últimos centavos

en los monederos manoseados, y se quejan de

que el conocimiento sea tan caro. Aunque no sospechan

cuán malo es el conocimiento que está destinado

para sus hijos.

II

Dauerten wir unendlich

So wandelte sich alles

Da wir aber endlich sind

Bleibt vieles beim alten.

Si fuéramos infinitos

todo cambiaría,

pero, ni hablar, somos finitos

y muchas cosas permanecen sin cambio.

III

Und ich dachte immer: die allereinfachsten Worte

Müssen genügen. Wenn ich sage, was ist

Muβ jedem das Herz zerfleischt sein.

Daβ du untergehst, wenn du dich nicht wehrst

Das wirst du doch einsehen.

Y yo siempre pensaba: las palabras más sencillas

deben bastar. Cuando digo lo que es

debería destrozársele a cualquiera el corazón.

Que te hundes si no te defiendes

es algo que bien o mal comprenderás.

IV

Der nützliche ist immer in Gefahr

Allzu viele brauchen ihn.

Wohl ihm, der der Gefahr entrinnt

Nützlich bleibend.

Quien es útil siempre está en peligro

de que muchos, demasiados, lo necesiten.

Dichoso aquel que escapa de ese peligro

y no deja de ser útil.

V

Ihr jungen Leute kommender Zeiten und

Neuer Morgenröten über Städten, die

Noch nicht gebaut sind, auch

Ungeborene ihr, vernehmt

Meine Stimme jetzt, der ich gestorben bin

Und nicht ruhmvoll.

Sondern

Wie ein Bauer, der sein Feld nicht bestellt hat, und

Wie ein Zimmermann, der faul weggelaufen ist

Vom offenen Dachstuhl.

So habe ich

Meine Zeit versäumt, meine Tage verschwendet und nun

Muβ ich euch bitten

All das nicht Gesagte zu sagen

All das nicht Getane zu tun und mich

Schnell zu vergessen, ich bitt euch, damit nicht

Mein schlechtes Beispiel auch euch noch verführe.

Ach, warum saβ ich doch

Am Tisch der Unfruchtbaren, mitessend das Mahl

Das sie nicht bereitet hatten?

Ach, warum mischte ich

Meine besten Worte in ihr

Müβiges Geschwätz? Aber drauβen

Gingen die Unbelehrten

Dürstend nach Belehrung.

Ach, warum

Steigen meine Lieder nicht auf von den Orten, wo

Die Städte genährt werden, dort, wo sie Schiffe bauen, warum

Steigen sie nicht aus den schnell fahrenden

Lokomotiven der Züge wie Rauch, der

Im Himmel zurückbleibt?

Weil meine Rede

Den Nützlichen und Schaffenden

Wie Asche im Mund ist und trunknes Gestammel.

Nicht ein Wort

Weiβ ich für euch, ihr Geschlechter kommender Zeiten

Nicht einen Hinweis mit unsicherem Finger

Könnt ich euch geben, denn wie

Könnte den Weg weisen, der

Ihn nicht gegangen ist!

Also verbleibt mir, der ich mein Leben

So vergaudet habe, nur, euch aufzufordern

Kein Gebot zu achten, das aus unserem

Faulen Maule kommt, und keinen

Rat entgegenzunehmen von denen, die

So versagt haben, sondern

Nur aus euch heraus zu bestimmen, was euch

Gut ist und euch

Hilft, das Land zu bebauen, das wir verfallen lieβen, und

Die wir verpesteten, die Städte

Bewohnbar zu machen.

Ustedes, jóvenes de los tiempos venideros y

del nuevo rojo amanecer sobre las ciudades

que están aún por construirse, también ustedes

que aún no han nacido, escuchen

hoy mi voz, que muero sin gloria.

Más bien,

como un campesino que no ha cultivado sus tierras y

como un carpintero haragán que ha dejado

las tejas del techo a medio poner,

así he desaprovechado

mi tiempo y despilfarrado mis días, y ahora

debo pedirles

que digan todo lo que no se ha dicho,

que hagan todo lo que no se ha hecho, y que

me olviden deprisa, les pido, para que

mi mal ejemplo no los seduzca.

¡Ay! ¿Por qué me senté

a la mesa de los estériles, compartiendo la comida

que no habían preparado?

¡Ay! ¿Por qué mezclé

mis mejores palabras en sus peroratas superfluas? Cuando afuera

iban los indoctos

sedientos de instrucción.

¡Ay!, ¿por qué

mis cantos no provienen de los lugares donde

las ciudades se nutren, allá, donde construyen barcos?, ¿por qué

no descienden de las locomotoras del tren

veloces y viajeras, iguales al humo

que se queda detrás en el cielo?

Pues a los útiles y creadores,

mi plática

les sabe a ceniza en la boca y a tartamudeo de borracho.

Ni una palabra

tengo para ustedes, generaciones de tiempos venideros,

ni una advertencia acompañada de un dedo inseguro

podría darles, pues ¡cómo

podría conocer el camino quien

no lo ha recorrido!

Entonces a mí, que tanto he malgastado

la vida, solo me queda exhortarlos

a no respetar ningún precepto que venga

de nuestros hocicos podridos y

a no recibir

ningún consejo de quienes

así han fracasado, sino solo

a que decidan qué

es bueno para ustedes y qué los puede ayudar

a cultivar la tierra que nosotros abandonamos y

contaminamos; les queda hacer habitables

las ciudades.

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