«El traidor» de Anabel Hernández

Por el rigor de su investigación, por las repercusiones a nivel nacional e internacional y por su valentía, el trabajo de Anabel Hernández es ejemplar dentro del periodismo. El traidor, su libro más reciente, publicado a finales del 2019 por la editorial Grijalbo, es un testimonio doloroso y urgente para comprender el contexto en el que vivimos. Soy Gerardo Piña y esta es la recomendación que tengo hoy para ustedes.

El narcotráfico, la trata de personas, la corrupción, la impunidad y las constantes violaciones a los derechos humanos son asuntos ampliamente extendidos en todo el mundo. Sin embargo, son varios los puntos dentro de esta dinámica de crímenes y violencia que cruzan por México. El cártel de Sinaloa es una organización criminal con presencia en prácticamente 70 países. En México no solo se producen drogas ilegales; también se importan, se exportan y se almacenan. El traidor es un libro que está compuesto por varios documentos. En un nivel leemos fragmentos del diario de Vicente Zambada Niebla, alias “El Vicentillo”, uno de los hijos de Ismael, el Mayo Zambada, a quien a los 16 años intentaron matar y, desde entonces, en palabras de Anabel Hernández, se volvió “un fugitivo de los enemigos de su padre”. Con todo, el Vicentillo no es el narcotraficante que podríamos imaginar. Ni siquiera muestra el talante de la mayoría de los criminales en este rubro, cuyos perfiles hemos podido conocer, aunque solo sea parcialmente, por otras investigaciones. Esto quizás se deba a que Vicente Zambada no tuvo un padre como la mayoría de los narcotraficantes.

Lo primero que hizo el Mayo con las ganancias que obtuvo del narcotráfico fue dedicarse legalmente a la agricultura y ganadería. Era un hombre de visión, y en realidad le gustaba vivir el campo, pero no como peón. Cuando iniciaba una empresa, al igual que la del narcotráfico, debía ser a gran escala. No despilfarró todo en mujeres ni lujos, planeó todo de modo tal que su dinero sucio financiara un negocio legal. Así lavaba el dinero y lo movía con más facilidad. Con diversos nombres falsos, el Mayo siempre se presentaba como ganadero. Lo era.

Vicente Zambada decidió colaborar con la DEA para dar información sobre los tejes y manejes del mundo de la droga en México en un intento por reconstruir su propia vida lejos de ese mundo criminal. Técnicamente no es un testigo protegido, pues enfrenta algunas acusaciones en Estados Unidos, pero su participación en varios de los recientes procesos de detención y encarcelamiento de narcotraficantes, ha sido similar a la de un testigo protegido.

El Cártel de Sinaloa contribuyó con millones de dólares a la campaña de Fox y del PRI [Francisco Labastida Ochoa], así, ganara quien ganara, estábamos bien”, le dijo el Mayo a Gaxiola respecto a las elecciones históricas que se llevaron a cabo en México en julio del año 2000, en las cuales por primera vez un candidato diferente al partido oficial logró ganar la presidencia. El hartazgo popular de la “dictadura perfecta” del PRI le abrió la puerta al rústico Vicente Fox, cuyas finanzas personales estaban en la ruina cuando inició su gobierno en diciembre del 2000. Según su propia declaración patrimonial, sólo tenía 10 mil pesos en el banco, ése era todo su patrimonio. Después de la fuga de Guzmán Loera de Puente Grande en enero de 2001, las finanzas de Fox, las de sus empresas familiares y sus hermanos cambiaron drásticamente. Pasaron de la bancarrota a la abundancia. Personalmente investigué su evolución patrimonial, y, por decir lo menos, resultaba inexplicable. Los mismos milagrosos cambios ocurrieron con la economía de su vocera, la señora Marta Sahagún, con quien se esposó en segundas nupcias iniciado el gobierno, y con las de dos de sus tres hijos: Manuel y Jorge Alberto Bribiesca Sahagún.

Como vemos, los enormes problemas derivados del narcotráfico no son recientes. Un pueblo harto de las siete décadas de gobierno de un partido corrupto votó por un candidato igual de inepto y corrupto, pero con la bandera de otro partido. Para el año 2000, a pesar del enorme poder de los cárteles de la droga, todavía era posible establecer estrategias que impidieran una escalada como la que hemos vivido. Sin embargo, la colusión de los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto con estos grupos criminales produjo el infierno en el que vivimos hoy en México. Y es que es difícil pensar en un negocio más lucrativo que el tráfico de drogas.

El Cártel de Sinaloa compra la cocaína en Colombia a 3 mil dólares por kilo. En México, en Culiacán, el mismo kilo se vende en 13 mil dólares. Ese precio incluye 6 mil dólares del costo de la materia prima, es decir, la cocaína, y los costos de transportación, que a la vez incluyen el pago de sobornos para que la droga haya llegado de Colombia a Culiacán. Eso significa que si el Mayo vende ahí la cocaína, su ganancia es de 7 mil dólares por kilo; 7 millones de dólares por tonelada. Por supuesto, si hace esa venta, su riesgo termina ahí. En cambio, en Los Ángeles, el precio de venta del kilo de cocaína es de 20 mil dólares, de los cuales 4 mil dólares son de costos de transportación, que incluyen el pago de sobornos para hacer que la mercancía llegue. Los costos de materia prima y transporte son de 7 mil dólares por kilo, eso significa una ganancia directa de 13 mil dólares por kilo, 13 millones de dólares por tonelada. Sí, casi el doble de lo que gana quien lo vende en Culiacán. Si el mismo kilo de cocaína llega a Chicago, el precio es de 25 mil dólares, 9 mil de materia prima y gastos de transportación. Eso significa una ganancia de 16 mil dólares por kilo, 16 millones de dólares por tonelada. En Nueva York el precio de venta del kilo de cocaína es de 35 mil dólares. Los costos son los mismos 9 mil dólares que en Los Ángeles, de modo que la ganancia es de 26 mil dólares por kilo, 26 millones de dólares por tonelada. Rey explicó que el precio es más elevado en Nueva York “porque es más difícil de vender, la policía es muy activa, así que es muy complicado completar la operación cien por ciento”.

Estas cantidades de dinero se explican por las “dificultades” (lo digo entre comillas) por las que atraviesan quienes transportan y venden la droga. Sin embargo, sabemos que en México más que dificultades este negocio ha florecido gracias a la colusión de distintos niveles del gobierno, así como la impunidad de los delincuentes. Cito de nuevo a Anabel Hernández:

Gaxiola afirmó que ni al Mayo ni a su familia les han asegurado ninguna propiedad […] Pero saber esto con certeza es uno de los secretos que mejor deben guardarse, incluso en el gobierno del presidente de izquierda Andrés Manuel López Obrador. Solicité la información de bienes muebles e inmuebles asegurados a Ismael Zambada García y a su hijo Vicente Zambada Niebla […] y La Fiscalía General de la República que preside Alejandro Gertz Manero se negó a dar la información porque hacerla pública puede causar una “alteración profunda que sufre una persona en sus sentimientos, afectos o creencias, decoro, honor, reputación”. [Continúa Anabel Hernández] La Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada clasificó como “confidencial” el pronunciamiento de la existencia o no existencia de aseguramientos de bienes en contra de las personas solicitadas. Y el Instituto Nacional de Transparencia les dio la razón. Tal vez el motivo de no abrir la información sea otro. Los mismos argumentos se habían dado antes para negar la información de los bienes muebles e inmuebles asegurados al Chapo y su familia. Al final, cuando en ese caso el instituto sí obligó a la Procuraduría a entregar la información, respondieron que en los últimos 18 años (2001-2019) lo único que le habían asegurado al segundo del Mayo, que según el gobierno americano acumuló 14 mil millones de dólares en 20 años de traficar estupefacientes, fueron tres relojes, un inmueble, cinco armas de fuego, 171 cartuchos, cinco cargadores, un equipo de cómputo y tres celulares.

Ante esto, no queda mucha esperanza de un cambio significativo en México en términos de la corrupción, la violencia y la impunidad rampantes. Sin embargo, gracias a libros como El traidor de Anabel Hernández, podemos comprender mejor cómo hemos llegado a la situación en que vivimos ahora y qué debemos hacer para dejar de permitirlo. Es una labor que nos compete a todos, sin duda, pero cuya mayor responsabilidad (y por mucho) recae en quienes deben hacer valer un Estado de derecho. Cierro esta recomendación con un último fragmento del libro de Anabel Hernández:

Lo verdaderamente sustantivo es si el presidente está dispuesto a usar la fuerza del Estado para romper las décadas de complicidad entre el Cártel de Sinaloa y las instituciones de gobierno, que es lo que hace fuertes a los criminales. Para lograrlo, en primer lugar, debe arrestar a los funcionarios y políticos corruptos que han estado y están en la nómina del Cártel de Sinaloa, que han asistido durante años a las fiestas de sus capos como si fueran de su propia familia, incluyendo algunos que en la actualidad forman parte de Morena, el partido político del presidente. Debe confiscar las empresas ligadas directamente al Mayo Zambada y al Chapo, boletinadas por el gobierno de Estados Unidos desde hace más de una década, que siguen funcionando como empresas fachada para traficar droga o para lavar dinero. El poder económico es lo que permite al cártel pagar los sobornos a los servidores públicos, comprar armas, balas y pagar los salarios de los sicarios que durante más de ocho horas aterrorizaron a la población en Culiacán. Pero el Cártel de Sinaloa y el Mayo Zambada no son invencibles, no son más listos, no son más fuertes, es sólo que cuentan con la protección de una parte del Estado y juegan con los dados cargados a su favor.

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