En Enrique IV aparece uno de los héroes más reconocibles del mundo Shakespeariano: Falstaff. Lo particular de este personaje es su cobardía, su ingenio, su cinismo y, sobre todo, su enorme gordura. La inmensidad de Falstaff le valió ser el personaje más reconocible de su tiempo —y con toda probabilidad, del nuestro— por las varias connotaciones que tiene la obesidad.